Establecer quien debe participar en el consejo de administración es una decisión crítica sujeta a muchas limitantes por el tamaño de la empresa y los recursos con los que cuenta.
Las recomendaciones que expongo sobre este tema son prácticas, no se derivan de temas legales, si no del valor que aportan a la dirección de la empresa.
El primer concepto que definir es la cantidad de integrantes de un consejo de administración, no debe ser tan pequeño que no permita la diversidad de ideas, pero tampoco tan grande que se convierta en una reunión social. El número ideal para mi es 5 consejeros además del director general.
Es cierto entre los miembros del consejo deben estar los socios de la empresa siempre que estos no sean más de dos. En caso de que así fuera es conveniente elegir entre los socios a dos que representen al resto.
De los ejecutivos de la empresa sólo creo necesario que participe el director general. La idea de tener más ejecutivos transforma el consejo en un equipo directivo de trabajo y no de supervisión.
Es importante que en el consejo no participen clientes significativos o estratégicos, ni proveedores con la misma importancia. Esto es necesario para evitar el conflicto de interés que puede darse en sus recomendaciones y el grado de confianza que se requiere para compartir la información.
Los consejeros que no son socios, ni empleados son llamados independientes. En un consejo de administración formado por 5 personas, al menos tres deberían ser independientes.
Los consejeros independientes pueden ser consultores, expertos jubilados de la industria, empresarios renombrados o directores generales de otras empresas semejantes en complejidad de administración.
Los empresarios renombrados son excelentes consejeros, pero en ocasiones sus recomendaciones se plantean en el supuesto que los recursos humanos, económicos y tecnológicos de una pyme son más abundantes de los que se tienen. Esto provoca frustración tanto en ellos como en el director general.
Los directores generales de empresas semejantes son valiosos pues viven los problemas en carne propia. También enfrentan las mimas responsabilidades y limitaciones que tiene el propio director general. A diferencia de los expertos y asesores, pueden aportar conceptos menos teóricos pero las ideas que proponen provienen de experiencias realmente vividas.